LA CRÍTICA DE LA CRÍTICA DE CARNAVAL

Mr. E el compositor y vocalista de la gran banda “Eels” estaba en una emisora de radio y antes de su entrevista, un periodista musical realizó un dura crítica del último disco de Bob Dylan. Entre furioso y sorprendido, lo primero que dijo E al aire fue “¿Estás insinuando que sabes más de música que Bob Dylan?” (Lo cuenta Mark Olivert Everett en su libro autobiográfico “Cosas que los nietos deberían saber”).

Por Joaquín DHoldan
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Todas las expresiones artísticas son analizadas por críticos. En algunos casos ha logrado hundir producciones millonarias, en otros ha hecho pasar a la historia a verdaderas porquerías. Luego de un estreno teatral o cinematográfico, incluso literario, los medios se hacen eco de la llamada “critica especializada”. El carnaval tiene desde hace años esa figura: el crítico, el comentarista, el periodista de carnaval.

Le pregunté a muchos carnavaleros que opinaban de la crítica de carnaval (¿Influencia la crítica la marcha del concurso? ¿Es importante? ¿Cumple un rol en carnaval?) Y muchos coinciden con la opinión de Leo Pereyra:

“La crítica de carnaval no forma opinión, y ni siquiera es crítica, son opiniones de personas idóneas (o no) que tienen la posibilidad de contar con un espacio de comunicación que lo podría tener cualquiera de nosotros, ahora, con las redes sociales. En lo personal en los comienzos de mi camino en carnaval les daba mucha importancia pero con el paso del tiempo se fue agotando el interés hasta que al día de hoy me son indiferentes, no me enoja ni me halaga”.

Podría ser un buen comienzo poner sobre la mesa varias perspectivas:

La primera incluye al “concurso”, o sea, un jurado pone puntajes a un espectáculo. Se transforma en cuantitativo algo que es cualitativo. Algunos defienden el concurso como indispensable para la superación de los espectáculos, al parecer, el estímulo de hacer algo mejor es el dinero del premio, más que la superación artística. Si nos resignamos a que eso es así, debemos aceptar que el resultado será arbitrario. Iván Solarich me explicó luego de ser jurado “Hay que entender que uno puntúa SU perspectiva de un espectáculo, que ve un día determinado, sentado en una posición determinada, bajo SU mirada. Es subjetiva, se acepta como subjetiva”.

Si bien es cierto que la crítica es posterior a la puesta de puntos, muchos carnavaleros creen que influencia, que “generaliza una opinión, “inclinan la balanza”, “al dejarla escrita en los medios algunos programadores de tablados, jurados incluso, pueden leerlas y verse influenciados”.

Si eso fuera cierto, explicaría lo sensible que es este tema. En carnaval hay mucho dinero en juego. Cada conjunto, con su espectáculo a cuestas, es una pequeña empresa, con trabajadores, pérdidas, inversiones, ganancias y una posible recompensa económica que no es nada despreciable. O sea, para que el lector ajeno al “ambiente de carnaval” lo tenga claro, los conjuntos quieren ganar y hacer muchos tablados, por razones artísticas y económicas, y en caso de algunos, al revés, incluso me atrevo a afirmar que otros, sólo son movidos por lo económico. Una mala crítica, les puede estar tocando el bolsillo, no sólo el honor.

Por eso es bueno que exista una visión externa que hable de los espectáculos, pero además, es bueno reconocer que gracias al trabajo del periodismo, el carnaval existe en los medios, se difunde, llega a muchas personas. De allí que sean importante los reportajes, las notas, las informaciones, o sea: la difusión.

Pero volviendo al tema de la crítica. Convengamos que la crítica objetiva no existe, la visión de un espectáculo siempre es, y quizás así deba ser, subjetiva. El observador no puede alejarse de algo que busca conmoverlo, hacerlo reír, emocionarlo, entretenerlo. No puede, ni debe.

Bajo este argumento, algunos críticos se escudan en que “dan su opinión, sin ser expertos”, incluso agregan “solamente digo si me gustó o no me gustó”. Este débil, pero reiterado argumento le da contundencia a los argumentos de carnavaleros que opinan como Leo Pereyra. Pero si esto es cierto, (si sólo es un uruguayo más diciendo su opinión): ¿por qué difundirla por un medio de comunicación? ¿Recuerdan este argumento los dueños de los tablados, los jurados, los conjuntos, otros periodistas? Si apenas es una humilde visión sin importancia, una más de tantas ¿por qué no mostrar otras diversas? ¿Por qué se defiende con uñas y dientes? ¿Por qué se argumenta? Si se diferencia de los fallos del jurado ¿por qué se señala dicha discrepancia? ¿Por qué se emite juicio?

Por eso deberíamos diferenciar el papel de un “crítico” al de un “comentarista”. El segundo si, puede buscar cierta objetividad, la descripción de un espectáculo sin juicio alguno, sin agregar nada. Un rol útil para quienes aún disfrutamos de los espectáculos en diferido, en televisión, o por la radio, incluso por las redes. Al tener el panorama claro de temas, figuras y músicas, el espectador podría elegir que ver luego, o a que tablados ir. Llegados este punto aparece el matiz de quien opina sobre lo visto y dice si es bueno o malo. Cuenta si le gustó o no. Y más complejo aún: “analiza lo visto” (separa las partes, ordena, referencia, cuestiona).

Los comentaristas de carnaval han tenido gran repercusión y difusión. Están en la radio, la TV y en los diarios. Muchos conjuntos luego de concursar van a sus clubes a escuchar los comentarios, muchos (muchos) han modificado sus espectáculos en base a las opiniones, y son ya famosas las “peleas” entre figuras de carnaval y críticos. Seamos sinceros, nadie podría dejarse de hablar porque no le gustó el trabajo del otro.

Según la RAE

Opinión

Del lat. opinio, -ōnis.

f. Juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien.2. f. Fama o concepto en que se tiene a alguien o algo.
Criticar

De crítica.

tr. Analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia de que se trate.2. tr. Hablar mal de alguien o de algo, o señalar un defecto o una tacha suyos.
La crítica es, entonces, más comprometida, más responsable, requiere más complejidad que una simple opinión (requiere análisis) y tiene otro factor a considerar: la credibilidad. Supongo que sabrán, quienes la ejercen, que los espectadores suponen, ante quienes comentan, que ese lugar lo ocupa alguien que tiene la capacidad de hacerlo, forma parte de su trabajo, de su responsabilidad. Una forma de evaluarlos sería comparar sus opiniones con los resultados del concurso, pero si planteamos que existe cierta “contaminación”, deberíamos buscar algún otro factor. Esto me recuerda al mito de Casandra, la adivina que siempre acertaba con sus profecías pero tenía la maldición de que nadie le creía.

Se repiten determinados tópicos que estaría bien analizar. Algunos reclaman a la “crítica” ser “constructiva”, si eso fuera cierto deberían pedir a los críticos que vieran sus espectáculos en diciembre. Luego de haber concursado, no hay “construcción” posible. Además, el concepto de crítica, incluye analizar y marcar los fallos.

Otro de los tópicos es el reclamar a los “críticos” que “nunca se subieron a un tablado”. Eso es como decirle a José Mourinho que, como nunca jugaron al fútbol, no pueden ser directores técnicos. Tucho Orta tampoco se subía y era uno de los tipos que más sabía de carnaval. Para usar un ejemplo cercano, yo me subí a muchos tablados y no me considero buen crítico de carnaval porque tengo unos gustos muy marcados que me alejan de la formación necesaria para serlo (no me gustan las coreografías, sólo me gusta el rock, detesto los vestuarios brillantes, me aburro en las partes cantadas, no sé nada de candombe, etc.). Quizás podría hacer una crítica digna de un libreto, ya que fue el rubro que desarrollé, pero también por eso, conozco el funcionamiento interno, me produce empatía el trabajo del letrista y sé que una buena idea puede estar mal ejecutada, que un planteo arriesgado puede ser banalizado. En definitiva, que saber hacer algo, tampoco implica saber criticarlo.

Es oportuno recordar que el escritor Edgar Allan Poe, es el padre de la crítica literaria norteamericana. Era muy duro en sus análisis, un tipo implacable, pero un escritor impecable. ¿Cuál era su secreto? Sus críticas eran a su vez grandes textos. Basaba su credibilidad en cierta distancia con los autores, (sus colegas), pero no renunciaba a la admiración. No se dejaba influenciar por modas o estilos, se maravillaba ante lo nuevo, desafiaba, era claro y no temía opinar sin ese matiz que tanto fastidia, (no estoy hablando sólo de críticos sino de gente en general), me refiero a quienes inician sus frases diciendo “desde mi modestísima opinión…” Si uno cree que su opinión es modesta, se la calla. Si la dice es porque cree que debe ser escuchada. El caso es que Poe, era una voz autorizada y reconocida, gracias a él muchos autores fueron mejores, muchos editores publicaron autores y muchos lectores los leyeron cuando él, desde su pedestal, los señalaba. “La crítica” se convirtió en un género artístico.

Presenciar cientos de espectáculos años tras año, tanto como abonado del Teatro de Verano o como periodista NO es acreditación suficiente. Creo que la principal carencia de un crítico no es la ausencia de la experiencia como integrante de un conjunto (aunque es una experiencia vital increíble y que todo carnavalero merece). La principal carencia es la ausencia de formación o de criterio. No me refiero, por supuesto, a la formación académica, o quizás sí, también. ¿Acaso hay alguien mejor que un músico experto para analizar un coro?

Algunos rubros técnicos serían mejor evaluados con formación, pero es cierto que los espectáculos de carnaval en sí mismos, del punto de vista global, y sin perder el contacto popular, pueden ser analizados, incluso criticados, por cualquiera con sentido común y experiencia como espectador, aceptando que la crítica si no es elogiosa, irrita porque descubre los puntos débiles.

De ahí que importe el criterio. Una voz objetiva y con perspectiva es muy útil si logra contextualizar su visión y encajarla en sus gustos. Dejarse llevar pero lograr un análisis que evalúa lo que ve pero reconoce lo que no ve, el trabajo que hay atrás de cada espectáculo.

Aquí surge un nuevo matiz, la “forma” que se emplea en la crítica. Resaltar lo bueno, buscar lo original, lo que popularmente se conoce como “dar para adelante”, no tiene porque ser una “pasada de mano por el lomo para que no se caliente”, puede ser un método que entienda que una fiesta popular está basada en cierta inmediatez, en una imperfección que viene de la misma esencia –casi perdida- del carnaval. Eso es una de las cosas que yo más extraño. Tanta “profesionalidad”, tanta “perfección” le quitó brillo a esa “desprolijidad”. Personalmente, amaba esos “desafines”, esas “mechas fuera del guión”, que nos recordaba que el carnaval es una fiesta popular. Construida por hombres y mujeres de nuestros barrios, no por profesionales, sino por diamantes en bruto. Exquisitos bailarines y bailarinas, cantantes fantásticos, actrices y actores increíbles e intuitivos. Espectáculos imperfectos que conmovían y se hacían inolvidables. Imperfectos y alegres. Zafados e imprevisibles. Simplemente, hermosos.

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