EL DERECHO A VIVIR

Esta es la segunda entrega de una serie de ocho notas, publicadas por Ultimas Noticias en el 2000, elaboradas por Angela Farías, para la cobertura que realizaba Carnaval del Futuro en dicho rotativo.

Autor: Angela Farías
El carnaval, ya no tiene al barrio como punto de partida de conjuntos y escenarios. Los complejos habitacionales han congregado a familias de todos los barrios, donde sus simpatías y parcialidades por tal o cual grupo, diversificó a las hinchadas. El poder de convocatoria masivo, sólo lo justifica el buen espectáculo que presenten, más allá del titulo de prestigio o trayectoria que tenga el conjunto. Aquellos que mantuvieron su propio nivel, conservan también sus parcialidades.
El hecho que el carnaval profesional, como hoy se lo denomina, se lo encare como trabajo zafral trajo como consecuencia, sumado a la critica situación laboral, una desmedida especulación en cuanto a las exigencias monetarias de algunos de sus participantes. La danza de los dólares hace casi imposible, para muchos directores, acceder a determinadas “figuras” que, en la mayoría de los casos, lo son por un mes. En términos generales, la necesidad de un ingreso extra que representa la única posibilidad de ganar algún dinero extra, le quitó el sabor de participar en el carnaval sólo por el gusto y amor de vivir tal experiencia. Aunque es dable reconocer que todavía quedan personas que colaboran mas allá de sus funciones y obligaciones especificas.
Es oportuno reconocer que determinadas figuras con su participación en algunos conjuntos, atraen firmas auspiciantes pero, no siempre es así, ni se justifica una erogación en los gastos, sí la propuesta no es acorde con tales adquisiciones.
Los escenarios empresariales, casi los únicos sobrevivientes, comienzan a sentir la merma del público, como antes sucediera con los legendarios tablados y con los escenarios en los clubes. Las causas son muchas pero, la verdad es una sola: Carnaval es la gente que quiere y le gusta participar en esta fiesta, de la forma que sea… Carnaval son las familias que estimulan a los artistas durante los largos meses de ensayo y después, no siempre pueden ir a verlos y alentarlos, porque las entradas y comestibles son artículos de lujo.

Los eternos postergados

Uno se detiene a pensar lo que sentirán los integrantes de un conjunto que, después de tanta fatiga, se encuentran con la dura realidad que hay trabajo apenas para los mismos diez conjuntos de siempre, con el eterno argumento de que son taquilleros… Y con ellos se llenan los escenarios y con ellos mismos se corre a la gente. Esto que parece una contradicción es real y voy a explicar por qué. Si reconocemos que un mismo encuentro deportivo, película o espectáculo, por mejor que sea, no lo vemos mas de tres veces, ¿cómo es posible que un mismo conjunto se programe todas las noches en siete escenarios de diez existentes?
Quienes programan en los escenarios, manejan el criterio que “esto es un negocio, es la oferta y la demanda”. Permítanme discrepar. Bienvenidos todos los conjuntos de renombre pero éstos, solamente, no conforman cuatro etapas del concurso. La recaudación del Teatro de Verano la engrosan todos los participantes así cumplan la función de relleno.
Algunos empresarios tendrían que hacer una autocrítica y fijarse en esos títulos que, sin tanta pompa, brindan espectáculos dignos y creativos y son relegados permanentemente en la hora de las contrataciones.
Debería regularse que, superadas las exigencias de la prueba de admisión, se garantizase a los conjuntos una cantidad de escenarios acordes a su nivel.
Y como el tema del concurso es un capitulo aparte, les prometo que lo abordaré en la próxima entrega. Antes de despedirme me voy con la esperanza que en el Carnaval del 2000, se ponga de moda el término cooperar, porque cooperar es compartir… Que los contratos se contabilicen por aquellos que se hicieron y también por los que no se hicieron por que los compartieron.

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