Diario de un Fuera de Concurso (7)

El frasquito con cianuro latía en mi bolsillo. Al principio era una opción, según como fuera este año tenía decidido tomar las riendas de mi muerte. Por lo menos al cementerio no me iban a pedir pruebas ridículas. Tenía tanto derecho a estar muerto como a hacer carnaval, pero luego de darle vueltas me di cuenta que este era el mejor momento, ahí arriba, en un escenario, ante un micrófono, con la platea en penumbras, con olor a churros y chorizos. Aunque dentro de nada habrá arepas veganas. Para mí todo había terminado. La admisión, el concurso, el jurado. Iba a extrañar el desfile. Mi primer desfile fue con Tuta de Castro, llevándole una pancarta de “Pastas Don Nicola”, un “tano” que apoyaba a todos los conjuntos del barrio, y al tablado. Iba a extrañar los tablados. Llegar y que los niños estuvieran ahí. La gente que todo el carnaval se sentaba adelante. El mate. Las risas. A nuestro pueblo le cuesta mucho reírse. Tenemos un carnaval extraño. Como decía el “Corto” Buscaglia cuando murió Mateo: ¡Qué sponsor, la muerte!”. Mi plan es perfecto. El premio de humoristas de este año llevará nombre y (quién sabe) quizás me nombren en alguna despedida y le pongan mi apodo a algún tablado. En carnaval de Uruguay, morir es una forma de ser reconocido, sin admisión alguna. Voy a subir, ya me toca. El veneno está listo, meto la mano en mi bolsillo y noto el frasco tibio. Debe estar por terminar el carnaval de las promesas, ojalá no tuviera concurso. Veo caras conocidas. Aquellos muchachos sacan una murga joven. Uno habló conmigo, me dijo que el año próximo dan la prueba para febrero, que quiere sacar una “antimurga”. Muy original, les conté si habían visto a la “BCG”, me miraron extrañados. Otro de los problemas del carnaval es la memoria. “El olvido está lleno de memoria”. Voy a escribir esa frase como mía. En vez de retroalimentarnos estamos ocupados compitiendo. A ver quién sabe más, quien es mejor, quien puntúa más, quién hace más tablados. Los veo. El jurado, la prensa, el público. Si están leyendo esto, se habrán dado cuenta que es porque al final no tomé el veneno. Tampoco pasé la prueba. Decidí que voy a ser público. Esa noche, miré para abajo me di cuenta que los únicos que no tienen intereses, que siempre están ahí, dispuestos a disfrutar, abiertos a las propuestas, respetando las trayectorias, preparados para la sorpresa, los que de verdad valen la pena son ellos y ellas. El público, la gente de los barrios. La inmensa mayoría de la que nadie habla. Los pobres de este país. Las clases bajas. Los humildes que se buscan la vida día a día y que el único espectáculo en vivo al que tienen acceso es el carnaval. Cuando se habla de discriminación se esquiva la verdadera fobia mundial. Tiene nombre y todo…”aporofobia”, se llama, o algo así. Es más intensa que a los negros (¿alguno de ustedes rechaza a Denzel Washingotn?), ¿creen que a Elton John se le cierra alguna puerta por ser gay?, no importa si sos extranjero (Cristiano Ronaldo), si no vives en tu país (Luis Suárez, Edinson Cavanni), incluso en caso de las mujeres, una millonaria está en otra categoría (Madonna por ejemplo)… pero los pobres… ahí es cuando la tragedia se suma… más si eres mujer, negra y homosexual por supuesto… pero sobre todo si sos pobre. En algún momento nuestro carnaval creció, se profesionalizó, todo muy lindo, todo muy caro, y su principal pecado es dejar de lado la humildad. La humildad. La sencillez. En algún momento nuestras puestas en escena, nuestros vestuarios y nuestros mercados de pases nos alejaron del público de carnaval, del público que le da sentido a todo. Los miré desde ahí arriba y dije un montón de chistes viejos y la gente, generosa, se rio y aplaudió. Y yo me reí con ellos. No pasé la prueba y no me importó. Volví a mi viejo oficio y junté plata para ir todas las veces que podía al tablado municipal. A veces esperaba demasiado, con un poco de frio, pero con entusiasmo. Recuperé la alegría, la inocencia, no me importaba quien ganaba o perdía. Estaba allí sentado entre la gente, entre los míos. Aplaudiendo sin condiciones. Deseando que llegue febrero. Viviendo cada noche como si fuera una fiesta. Ya viene. El corso. El tablado. Esa brisa nocturna llena de nosotros. Feliz carnaval.

Joaquín DHoldan

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